Fuimos los anfitriones de la 4º Jornada del Desafío del Paco… El P. Eduardo Drabble como “dueño de casa” nos recibió con todo el equipo del Centro Barrial Padre Mugica que se encargaron de que todos nos sintiésemos muy bien. El mismo abrió la jornada con la “Meditación en la Villa” del Padre Mugica. A el P. Charly Olivero le tocó coordinar la jornada y al P. Gustavo Carrara dar el mensaje del Hogar de Cristo, que a continuación transcribimos:
Señor, perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos que parecen tener ocho años, tengan trece;
Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear por el barro; yo me puedo ir, ellos no;
Señor, perdóname por haber aprendido a soportar el olor a las aguas servidas, de las que me puedo ir y ellos no;
Señor, perdóname por encender la luz y olvidarme de que ellos no pueden hacerlo.
Señor, yo puedo hacer una huelga de hambre y ellos no: porque nadie hace una huelga con su hambre;
Señor, perdóname por decirles “no sólo de pan vive el hombre”, y no luchar con todo para que rescaten su pan;
Señor, quiero quererlos por ellos y no por mí. Ayúdame;
Señor, sueño con morir por ellos: ayúdame a vivir para ellos;
Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz. Ayúdame.
(Meditación en la villa. Padre Carlos Mugica)
Hay una diferencia sustancial entre ser generoso con los pobres y entrar en comunión con ellos, compartiendo de algún modo su suerte. El Padre Carlos Mugica no solo fue generoso con sus hermanos más pobres de la villa sino que fue amigo de los más pobres, entró en comunión con ellos. Estaba entre los pobres, pero no se la creía. Su famosa oración “Meditación en la Villa” revela su humildad. Hay un grado de solidaridad con los más pobres que es sólo del Señor Jesús.
Esta meditación del Padre Carlos va mostrando los distintos rostros de la pobreza de aquella villa. En algunos aspectos las villas de Buenos Aires están mejor que ayer, sobretodo por la lucha de miles de mujeres y hombres –vecinos de las villas- que desde su cultura popular fueron luchando contra esas pobrezas optando por la vida y la libertad.
Ahora bien, hoy las villas de la Ciudad de Buenos Aires, cuyo 43% de sus habitantes tienen menos de 17 años, presenta un rostro nuevo de la pobreza y la exclusión que ha llegado a nosotros como un tsunami devastador: el paco. Todavía no tomamos conciencia de tamaño flagelo. Así como hace unos años el mal de Chagas ponía de manifiesto la miseria del interior del país, el paco hoy denuncia la miseria de las periferias urbanas.
El “Señor perdóname por haberme acostumbrado…” y el “yo me puedo ir y ellos no” del Padre Carlos viene a mi memoria muchas veces. Sobretodo cuando uno recorre pasillos de mucho sufrimiento, de mucho dolor. Donde uno increpa a un chico diciéndole: ¿Pero, Vos no querés vivir? Y recibe como respuesta: “No padre, no quiero vivir”. Donde por consiguiente muchas veces es puesta en jaque nuestra esperanza.
El desafío del paco se nos presenta como una batalla, como una lucha cuerpo a cuerpo contra la exclusión. Digo cuerpo a cuerpo porque es uno a uno. Cada chico, cada chica es sagrado/a. Porque si no le ponemos el cuerpo no vamos a llegar a nada.
Queremos hacerles una propuesta estratégica detrás de la cual podamos encolumnarnos todos a la hora de enfrentar este desafío. Nuestra bandera tiene que ser la inclusión social.
A aquellos que les corresponde la conducción estratégica en esta lucha, les es imprescindible tener una mirada de conjunto de la situación. Obviamente esto no es fácil en un contexto cultural de fragmentos e hiper-especializaciones, que nos llevan a decir con demasiada facilidad: “esto a mi no me corresponde”.
Entre los que estamos aquí, hay diferentes miradas de cómo encarar el desafío del paco, tenemos en términos de esta lucha cuerpo a cuerpo distintas tácticas. Nos parece que todas ellas tendrían que tender a este objetivo estratégico común: sacar de la marginalidad a los chicos y chicas que viven este infierno. Y cada una de nuestras diferentes ideas y conceptos acerca del tema se tendrán que confrontar una y otra vez con la realidad. Muchas veces tenemos la tentación de refugiarnos en nuestras ideas porque la realidad concreta es ambigua y compleja.
La confrontación de ideas entre nosotros tiene un límite. No pegar debajo del cinturón. O sea, que no se dilaten las respuestas concretas a los chicos y chicas. Siempre es bueno tratar de ponerse en el lugar del otro. Imaginémonos durmiendo esta noche en un pasillo de la villa como lo hacen cientos de chicos y chicas. O imaginemos a nuestros hijos allí.
Nos resulta imperioso recibir la vida como viene y hacerle lugar. Recibir la vida como viene, dando respuesta a esas necesidades que nos están revelando derechos vulnerados: DNI, escuela, vivienda, capacitación laboral, trabajo etc. Recibir la vida como viene también es adaptar nuestras instituciones y programas a la realidad y no la realidad a ellos. La burocracia expulsa, pone trabas, en definitiva pone en riesgo la vida de muchas personas.
En los tratamientos habitualmente la temática de la inclusión social es puesta en la última fase de los mismos, bajo el nombre de reinserción social. Para nosotros es el eje transversal de nuestro acompañamiento a los chicos y chicas y a sus familias.
El desafío del paco nos presenta rostros y nombres muy concretos, vidas que se van apagando poco a poco. Nosotros trabajamos con la convicción de que incluir y hacer lugar a los que nunca han tenido lugar es el camino a recorrer. Camino que se torna decisivo a la hora engendrar sentidos en la historia de estos chicos y chicas. No se trata de otra cosa que de ayudar a encender, a despertar la pasión por vivir.
Padre Gustavo Carrara
11 de Mayo de 2012
Sabias palabras “SE TRATA DE AYUDAR A ENCENDER, A DESPERTAR LA PASION POR VIVIR”, y eso es lo que se vive y se siente en el Hogar. Feliz de ser parte de la familia
tenes mucho amor por el hogar mari, sos una gran persona.